Si me sigues desde el principio me habrás oído decir alguna vez que científicamente se suele comparar al cerebro humano con un iceberg, por muchas razones, pero la principal es que sólo hemos aprendido a utilizar, aproximadamente, el 10% de su capacidad, con lo que el restante 90% está como sumergido en la ignorancia.

Con la mente humana pasa exactamente lo mismo. Sólo un 10% es lo que conoces de ella, el consciente. El resto forma parte del subconsciente, y paradójicamente, aún permaneciendo escondido,  es el que te controla la mayor parte del tiempo. En el consciente es donde se encuentra el pensamiento lógico y racional, donde se descodifican los estímulos que recibes del exterior, donde tomas decisiones sencillas y rápidas. Es el que te ayuda a desenvolverte en tu día a día para que no te pierdas en esta vorágine social. Sin embargo, el que realmente domina tu vida, donde acudes a la hora de tomar decisiones importantes, es el subconsciente porque allí se encuentran tus creencias más profundas, tu aprendizaje vital, tu memoria a largo plazo, tus emociones… y todos estos factores determinan tu día a día mucho más de lo que crees.

Si seguimos aplicando este principio del 90/10, que desarrolló brillantemente el autor Stephen Covey, podrás adivinar qué sucede con la ansiedad escénica. Pues sí, la ansiedad escénica es sólo un 10% de lo que realmente te está ocurriendo. Es la punta del iceberg que se hace visible cuando tienes que dar un concierto, dar una importante charla, exponer tu presentación ante tu jefe o presentarte ante un chico o chica que quieres conocer…

Entonces ¿qué esconde en realidad el miedo al público? Esconde muchos otros miedos, que eso sí, para cada uno tendrán importancia diferente, pero que en todos se manifiestan de alguna u otra forma. Y estos son: miedo al fracaso, a decepcionar a los seres queridos, al ridículo, a equivocarse, a la desaprobación, a no ser aceptado, a perder el trabajo, a… incluso ¡miedo al éxito!

Todos estos miedos tienen puntos de intersección entre ellos como la auto-exigencia o perfeccionismo, el pesimismo, la desconfianza en ti o en lo que haces, la creencia en que no mereces éxito, el victimismo que te paraliza, expectativas falsas, juicios y pre-juicios… y todos parten de la base del amor propio, de la autoestima. Si tú supieras que ocurra lo que ocurra vas a seguir adelante, si supieras que aunque te equivoques y pierdas momentáneamente el control todo va a estar bien contigo y con quien está a tu lado, si supieras que tú y sólo tú tienes el poder sobre ti mismo y tu bienestar ¿no crees que perdería importancia lo que ocurra porque sabes que tienes las herramientas y la capacidad para empezar de nuevo?

Uno de los miedos que más influyen es el miedo a decepcionar a tus seres queridos y aquí detrás está la creencia de que “si no consigo éxito, no me querrán” o “si no soy lo suficientemente bueno…” Hazte esta pregunta: ¿por qué quiero yo a mi familia, a mi pareja, a mis amigos? Seguramente descubrirás que no los quieres por lo que hacen o tienen, sino por quienes son. Entonces, es lógico que ocurra también al revés. Piensa que quien te quiere no lo hace por lo que tienes o por tu trabajo, sino te quieren por quién eres…

Si tu autoestima es fuerte y equilibrada no pondrás tu valía y tu identidad en lo que ocurre, en lo que haces o en cómo te ven los demás porque sabes que tú eres tú independientemente de tu profesión, del coche que conduzcas, de la casa en la que vives, del estatus social, de tu prosperidad económica… y que tu valor como persona radica en quién, qué y cómo eres.

Ahora te invito a bucear en tu mente y sacar a la luz los miedos más profundos y escondidos que son los que en realidad están boicoteando tus conciertos y conferencias, tus aptitudes y cualidades, tu buen hacer, tu potencial… porque sólo así podrás dar lo mejor de ti  y prosperar en tu profesión y en la vida.

Lo que mejor funciona para investigar son las preguntas, así que, busca un momento de tranquilidad en el que nadie te vaya a molestar, pon el cartel en la puerta si es necesario…;-) respira profundamente un par de veces o tres, siente tu cuerpo y tu estado emocional, relájate y pregúntate: ¿Qué pasaría si la charla o la venta no tuviera éxito?, o ¿qué ocurriría si no sucede lo que tengo previsto?…Se trata de ponerte en el peor escenario posible. ¿Te morirías? ¿Qué consecuencias  a largo plazo tendría? ¿Serían irreversibles? ¿Qué posibilidad hay de que ocurra de verdad esto en tu vida? Ahora escribe y trata de detallarlo todo al máximo. Estas son preguntas que te harán reflexionar sobre lo que es realmente importante para ti y enfocarte mejor en ello.

Es un ejercicio que vi por primera vez en un libro de T. Ferriss y que yo he realizado en alguna ocasión cuando he visto que estaba “perdiendo el norte” por algún asunto tanto profesional como personal y la verdad es que me ha ayudado a relativizar y priorizar.

Bueno, espero que te vaya bien este ejercicio. Recuerda dejarme tus comentarios y…

¡Te deseo lo mejor!